sábado, 20 de octubre de 2012

“¿Que la morcilla se hace con sangre de cerdo? ¿y qué hago entonces con toda esta sangre de virgen?” Erzsébet Bathory





Fue una condesa húngara, perteneciente a una de las familias más antiguas y poderosas de Transilvania (como no podía ser de otra manera: pirao + sangre = Transilvania),  vivió entre los siglos XVI y XVII. 

Fue acusada y condenada por de una serie de crímenes motivados por su obsesión por la belleza y la juventud. En concreto utilizaba la sangre de sus jóvenes sirvientas y pupilas (a las que sometía a toda clase de juegos macabros y torturas) para mantenerse joven, con ella hacía potingues, se daba baños o simplemente la bebía (en ocasiones directamente del cuerpo tras morder a la víctima).
¡Qué cosas! Ella mataba vírgenes y nosotros monos y ballenas, ¡hay que ver cómo avanza la cosmética! 

Hay quien asegura que fue víctima de un complot de sus enemigos en un contexto político muy complejo, para buscar su perdición y muerte.

Como sea, todo empezó de la siguiente manera: Erzsébet (Isabel para los colegas) en realidad era una mujer muy culta que hablaba y leía perfectamente  el húngaro, alemán y latín. El caso es que leyendo sobre España le llamó la atención la receta de la morcilla, de la que se decía estaba buenísima (una lástima que el libro no especificase que la sangre requerida era de cerdo).  Más tarde, cuando tenía todo preparado para empezar a hacer el embutido (arroz, cebolla, tripas, vírgenes desangradas..., en fin lo normal), pasó por allí un español y fue invitado a ver cómo lo hacían. Cuando éste aseveró que la sangre que se usaba era de cerdo, la condesa se llevó un chasco e hizo la pregunta que nos ocupa, a lo que el español se limitó a encogerse de hombros y contestar: “- Podéis bañaros con ella, que fijo que tiene “mazo” (era de Madrid)  de coenzima Q10”.

¡Por cierto! la morcilla salió genial.


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