René Descartes, también llamado Renatus Cartesius, fue un filósofo, matemático y físico,
considerado como el padre de la geometría analítica y de la filosofía moderna,
y uno de los nombres más destacados de la revolución científica. Nació en Francia
en 1596 y murió Suecia en 1650 (se iría allí por las suecas, porque dudo que
fuera por el clima).
Como la de la mayoría de los filósofos su obra es extensa y aburrida (¿por
qué les gustará tanto pensar?) así que si queréis conocer su obra, lo mejor es
la Wikipedia, así en plan cutre y si no, pues leed sus libros.
No obstante (porque no obsta, ni a un premio, ni a nada parecido... ¿o eso
era optar? Bueno, yo que sé), la ocurrencia que hoy nos ocupa tiene que ver con
una de las proposiciones más famosas de la filosofía: “Pienso, luego existo”,
que fue fruto de sus meditaciones metafísicas y que llamó la primera verdad. Y tan orgulloso estaba de ella que la repetía
en cuanto podía o hacía variaciones que tenía que meter con calzador si hacía
falta. El colmo de esta costumbre fue un día que venía de comprar y un amigo le
pregunto: “¿Qué llevas ahí? ¿dónde vas?” y saltó con esta genialidad.
El amigo le dejó de hablar, por pesado y por ese sentido del humor absurdo
que hace que la gente te odie. El perro tenía comida, así que le seguía
queriendo.
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