Sabíais que a este señor le tenía que tocar tarde o
temprano. No voy a perder el tiempo
diciéndoos quién fue o qué narices hizo, porque si no lo sabéis, o bien habéis
estado durmiendo durante 2000 años más o menos (en el caso de que seáis
inmortales (no os habéis perdido gran cosa)), o bien pertenecéis a una tribu de
esas de Oceanía, de África o del Amazonas que viven aisladas de la
civilización. En esos dos casos quedáis disculpados.
Lo que sí voy a explicar es lo que no se cuenta de la última
cena. Resulta que Jesús se entretuvo jugando a la taba y cuando se quiso dar
cuenta era ya muy tarde y había quedado a cenar con los colegas (invitaba él
porque le había salido un curro). Se dio
una ducha rápida y salió como alma que lleva el diablo (curioso este dicho
aplicado a esta persona), pero se olvidó coger dinero.
Se dio cuenta cuando, a la hora de pagar, vio que no le alcanzaba y
tuvo que pedir prestado a Judas (Iscariote, que fue el traidor, porque entre
los colegas había otro, Judas Tadeo), le daba la impresión de que él podría
tener dinero, aunque no sabía muy bien por qué ya que Pedro, que se lo olía, ya
había salido por patas. Cuando judas se
negó, Jesús dijo: “Pero tío, mira cómo me están mirando los dueños, parece que
me quieren crucificar” y es lo que tiene ir a un restaurante Italiano (romano,
en aquella época).
El resultado de todo aquello es que Jesús aquella noche
acabó lavando platos (además de pies, que fue el castigo por llegar tarde a su
propia cena) antes de poder ir de botellón al huerto de los olivos. Al final la
noche se desmadró tanto (alerta spoiler) que, como él mismo había
vaticinado, Jesús acabó crucificado.
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